Resumir dieciocho años de mi hijo con parálisis cerebral es complicado. Porque ha habido un poco de todo.
En un primer momento, ese mes ingresado nada más nacer en la que su vida pendía de un hilo y lo único que queríamos era que viniese a casa sin plantearnos mucho más.
Los primeros años, fueron de un inmenso dolor, pena profunda por verlo sufrir, vomitar, convulsionar, llorar, sin dormir, cansancio, miedo, soledad, ansiedad, asco a los médicos, agotamiento, fracaso, lucha, amor, más luchas, más amor… Según iba creciendo, el amor aumenta a raudales pues el cordón umbilical nunca se corta.
La lucha porque esté lo mejor posible aumenta y van pasando poco a poco el miedo a que muera. Aunque hasta el día de hoy continúa a que no exista un nuevo amanecer para él. Cada vez que algún amigo suyo se va crece ese sentimiento.
Es cierto, que una mirada, una sonrisa hace que todo desaparezca y vuelvas a la lucha con alegría. Fácil no es para nada, asimilar una discapacidad, porque la mayoría de los padres deseamos lo mejor a nuestros hijos.
Si estando sanos en esta vida se encuentran con problemas por cualquier motivo y nosotros sufrimos, imaginaros por un momento, un segundo, un minuto… que la vida y los seres vivos no están preparados para ello. Qué pena os invadiría si vuestro hijo no va a poder hablar, correr, comer, respirar sin vuestra ayuda.
Si lo ingresas en una U.C.I. y depende del médico que le toque para que siga vivo o se vaya. Si cuando vas a comer algún sitio la gente lo mira con pena, angustia, y otros pensando que mejor estaría muerto.
Tienes que asimilar con toda tu fuerza lo que pasa. Tienes que trabajarte tu fortaleza, armarte de amor, conocer una parte de ti que no conocías. Todo esto sin ayuda de ningún especialista, más bien todo lo contrario.
Cuando colocas todo eso y vuelves a ser tú, comienza una nueva vida con sus días mejores, peores y terroríficos.
Una persona con discapacidad no es un enfermo, cuándo ellos están bien todo fluye con naturalidad porque tu hijo es así. El problema es cuándo se ponen malos todos tus miedos aparecen de golpe.
Mi conclusión es que si me dieran a elegir volver a tener Andrés así, ¡qué alegría!. Rotundamente sí, me encantaría tener a los dos, el que está dentro de su cuerpo y el que tengo en los brazos.
Mari Paz Garrido.
3 Comments
Muy hermoso vivir con ellos día a día es vivir íntensamente muchos cariños
Eres Maravillosa !!!
Hermosa reflexión de vida que muy pocas personas nos cuestionamos y tenemos la capacidad de asimilar, pues no estamos preparados para ver a nuestros hijos sufrir
No creo que esto le pasa a las personas por que lo pueden soportar! Como la religión lo traduciría! Pero definitivamente tu hijo es un ángel que ha sacado lo mejor de ti