Mi aventura comenzó hace ya varios años en la Guardería- Ludoteca de la asociación de Parálisis Cerebral Aspace Jaén. Yo lo llamo así, porque para mí fue todo un reto a conseguir, ya que nunca antes había trabajado con niños/as con este tipo de discapacidad. Acababa de terminar el Ciclo de Animación Sociocultural, y tenía muchas ganas de aprender, y de mostrar todo lo que había aprendido durante ese tiempo de estudio, pero la realidad era totalmente distinta. Al principio me notaba un poco perdida, sin saber muy bien cómo hacerlo e incluso llegue a pensar en tirar la toalla, en dejarlo, pero fue pasando el tiempo, fui aprendiendo cómo debía hacer las cosas y sobre todo, con la ayuda de los padres, madres y profesionales del centro fui descubriendo lo bonito que era compartir mi tiempo y mi trabajo con ellos.
Todavía recuerdo esa primera tarde que atravesé la puerta del centro. Sentía, no sé lo que sentía, podía ser miedo a no saber desenvolverme con los niños o emoción por estar en un sitio nuevo con personas con otras inquietudes distintas a las mías, no sé, es difícil de explicar, pero lo que si sabía era que quería estar allí. Quería comprometerme con la Asociación y conocer su trabajo. Quería conocer a los niños/as, a los padres, quería jugar, quería enseñar y aprender de ellos.
Llegue cargada con montón de actividades. Todo preparado para empezar a trabajar, no recuerdo si el juego salió bien o mal, o si la manualidad era bonita o no tanto, lo único que recuerdo de esa tarde maravillosa es la sonrisa de aquellos niños, lo bien que lo pase y lo que disfrute viéndolos felices con mis cuentos, con mis manualidades o con mis juegos, en definitiva, con mi trabajo.
Todo eso fue lo que me hizo seguir hacia delante con esta aventura año tras año, sus sonrisas, esas caritas de sorpresa cuando hacemos un experimento o esas caritas de satisfacción cuando terminan una manualidad, a la cual, han dedicado un tiempo y un esfuerzo que se ve reflejado cuando llega el momento de enseñárselo a sus padres, éstos con todo su cariño les dicen lo bonito y maravilloso ha quedado y a ellos se les pone una carita de felicidad. Y a mí con una sonrisa de los papis y un simple “gracias seño”, yo también quedo satisfecha. O esas caritas de felicidad cuando utilizamos pinturas y lo ponen todo perdido, pero y lo que disfrutan pintando con temperas y pinceles o con las manos. O cuando hacemos esas fiestas disfrazados de piratas, o de indios, cantando, jugando y bailando, compartiendo nuestras meriendas, dejando nuestra imaginación volar, vuelvo a ser pequeña otra vez. Pues, con todo eso me quedo yo, con esa felicidad que desprenden estos niños/as, esa inocencia y entusiasmo que día a día a mí me dan fuerza para seguir con esta aventura que una tarde empecé hace mucho tiempo.
Alicia Martínez de Dios.
Voluntaria de Aspace Jaén