Naciste en un gran día
nada más verte, sabía que eras pegatina mía,
tu bello rostro era un reflejo
dentro de un deteriorado espejo,
yo queriendo verte contento
y tu querer sentir mi aliento,
pero no ocurrió lo que deseábamos
y tuviste que esperar para tentarnos.
Hubo un gran cambio en mi vida
cuando ya estuviste en mi guarida,
tan pequeño y sin hablar
te entendía simplemente escuchándote llorar,
fuiste progresivamente creciendo
a mi persona fuiste exigiendo,
me exigiste cariño, paciencia y estimulación,
te abrí las puertas hacia ese palacio de amor.
No conoces la malicia humana
a eso le ganas a más de uno que picó en la manzana,
no hay nada más hermoso en la vida
que estés arropado por tu familia querida,
eso sí, creaste un gran vicio en mi persona,
que no entiende ni de antídoto ni metadona,
y es que cuando no estás a mi lado y yo regreso
es imposible no comerte a besos,
eres tan dulce, frágil y tierno
que no sentimos frío ni en los más duros inviernos,
pues simplemente tu sombra transmite calor
calor humana con infinito valor,
y he de dar hoy en día gracias a Dios
porque no soy yo tu maestro
sino tú el que me das lecciones de amor.
Francisco José Angulo Núñez,
Padre de Pablo y autor del libro de poemas Todo por Don Pablo