Miles de veces pasaba por la puerta y escuchaba la música, la alegría y las voces que se escuchaban desde la pérgola de la entrada; daba igual el día: martes, jueves, sábado, domingo…siempre había alegría, vida. La mayoría de las veces miraba con cierto pudor y porqué no, incluso miedo a sentirme descubierta. El miedo a lo desconocido dirían algunos,  ¿Y este edificio de que será? Decía mi madre. Mi padre, que se conocía todo el barrio nos comentaba que era ASPACE GRANADA, una Asociación de Parálisis Cerebral y recuerdo que me comentaba:

.- Mira hija, ahí tenías que trabajar tú, me gusta para ti.

.- Si hombre, yo con mis cursos estoy super feliz, eso es lo que a mí me va, dar formación a personas desempleadas y punto y ahí de eso nada de nada papá.

El caso es que un día del año 2015, una por entonces compañera de profesión y en la actualidad amiga, formadora en Aspace, me ofrece la posibilidad de presentar mi candidatura para un puesto de docente de un curso de la Junta de Andalucía que iban a impartir para el colectivo de discapacidad, hasta ese momento desconocido para mí. Y ahí comenzó todo.

Durante este tiempo mi vida ha cambiado, no solo mi vida laboral, sino yo, como persona he cambiado.

Recuerdo que los primeros días los pase más bien regular: era un mundo completamente desconocido para mí; desconocía por completo todo lo referente a la parálisis cerebral, no sabía cómo dirigirme a los usuarios que continuamente me iba encontrando con sus educadores y demás profesionales de ASPACE por los pasillos, ¿cómo tratarlos?, lo veía todo tan, tan diferente!

Pero la normalización y actitud  de mis compañeros, me hizo acercarme a las personas usuarias y descubrí  ¡tantas cosas!..  Empezé a valorar cosas tan simples como lo terapeútico que resulta una sonrisa, un roce, una caricia, no para las personas con parálisis cerebral, sino para mí. Los buenos días de Sergio, las sonrisas de Mari Loli, los abrazos de Imanol…cada día me iba con la mochila llena de energía positiva.  Energía que desde entonces vacío en casa diariamente con mi familia.

Empecé a valorar el esfuerzo como la mejor de las cualidades de una persona, independientemente de la magnitud del logro que se consiga, el esfuerzo por sí mismo es lo que importa; la capacidad de superación como motor diario de nuestra vida; la relatividad de las cosas materiales, banalizar problemas tan absurdos que nos generamos diariamente y priorizar la cooperación y la ayuda a los demás como la mejor terapia de autoayuda.

Lo que a mí me está aportando ASPACE es lo que quiero compartir cada vez que contacto con una empresa para que nos admitan alumnos en prácticas, es lo que transmito a cada grupo de alumnos con discapacidad que nos llega.  Esa energía positiva es la que mis compañeros del departamento de formación y yo ponemos en cada uno de los proyectos que solicitamos y que nos sirven para mejorar de forma directa o indirecta los recursos de los que disponen el resto de profesionales que componen la familia ASPACE GRANADA para mejorar la vida y el desarrollo personal y profesional de nuestros usuarios/as.

A día de hoy no sé realmente quién depende más de quién para ser feliz en la vida, si nuestros usuarios/as con parálisis cerebral o todos los que trabajamos con ellos.

Estoy segura de que mi padre me estará viendo desde algún lugar y con orgullo y  su media sonrisa estará pensando: ¡Te lo dije Raquel!

Raquel Aguilera.
Docente y gestora de proyectos en el
Cento de Formación de ASPACE Granada