Desde que en el colegio comenzamos nuestra formación, el mundo de la educación nos ofrece múltiples posibilidades. Conforme vamos avanzando, seleccionamos y nos decantamos por ramas de conocimiento concretas según nuestras preferencias. Personalmente, yo siempre pensé en dedicarme a la rama sanitaria y, por suerte, se puso ante mí la posibilidad de estudiar fisioterapia, una disciplina algo más desconocida por aquel entonces.
Durante el periodo de formación, esa desconocida me fue ganando y convenciendo de que la elección había sido la acertada. Cuando puse los pies en UPACESUR Educa lo tuve claro. Bastaron unas prácticas para conquistarme y hacer que, desde aquel momento, mi vocación se encaminara hacia la especialización en el trabajo con personas dañadas neurológicamente.
Formar parte del equipo de profesionales que prestan atención en nuestro centro es una tarea complicada pero a la vez muy gratificante. Más allá de una jornada laboral, nuestra profesión exige mantenerse en continua formación para mejorar en la especialización de las distintas técnicas terapéuticas. También, exige estar al día de las innovaciones médicas y científicas que van surgiendo en el mercado y que pueden ser beneficiosas para nuestros usuarios. Asimismo, es fundamental, aprender a distinguir cuáles de esos avances son realmente beneficiosos y cuales no son más que meras estrategias comerciales, que se aprovechan de las esperanzas de los familiares para lucrarse.
Es muy gratificante ver cada avance, por mínimo que sea, en el desarrollo de un niño, o ver como un adolescente experimenta por primera vez con quince años la sensación de caminar o pisar un charco. En nuestro día a día, muchas veces imbuidos en el estrés del mundo, no nos damos cuenta de las cosas buenas que hay en nuestra vida, ni de la suerte que tenemos de contar con ellas. Si algo se aprende trabajando en lugares así es a ser más humilde y a dar gracias por todo lo bueno que nos rodea.
Toda moneda tiene dos caras y, a veces, también existen “partes malas” en este trabajo, como cuando nos vemos en la situación de dar malas noticias a las familias, o en la frustración de ver que, por mucho esfuerzo que pongamos, no se logran los objetivos esperados. Entonces, descubres que la intervención terapéutica en personas con parálisis cerebral va mucho más allá de las competencias que podemos tener como fisioterapeutas. Es fundamental contar con la confianza de la familia para que colabore desde casa, conocer el entorno de la persona y buscar relacionarse con el resto de profesionales que lo atienden para que al final del día todo lo que rodea a la persona sea positivo para su desarrollo.
Quizás hasta aquí mi relato no diste mucho de lo que podría contar cualquier fisioterapeuta especializado en la parálisis cerebral. Pero si, además, tiene la suerte como yo de trabajar en una asociación, la exigencia traspasa el plano profesional y hace que tenga que intercalar tratamientos y formación con múltiples actividades.
Aprendemos más canciones infantiles que en toda tu niñez simplemente para conseguir que un niño se calme mientras le tomamos un molde, rebuscamos en nuestra cabeza cualquier atisbo de imaginación para hacer que un estiramiento o una actividad compleja se convierta en el juego más divertido del mundo, nos convertimos en atletas para maratones solidarias, camareros/as de verbenas y tómbolas, maestros/as de ceremonias en fiestas finales de curso o inauguraciones de centros e, incluso, escritor/a de artículos improvisados para blogs. Pero al final de todo esto, nuestra profesión no es más que vestirnos la sonrisa por la mañana y estar dispuestos a afrontar cada uno de los días con alegría y dedicación, estar dispuestos a enseñar y volcar todos nuestros conocimientos para el tratamiento de cada persona, pero también estar dispuestos a aprender, a rectificar y a tener un plan b para esos días en los que las sesiones no se desarrollan como nosotros pensamos.
No debemos olvidarnos nunca que frente a nosotros están personas de todas las edades, que a veces pueden expresar sus sentimientos y otras no, que tienen un corazón y merecen todo nuestro respeto. Tampoco debemos olvidar disfrutar del regalo que supone la posibilidad de pasar nuestro tiempo cerca de personas que tienen tantísimo que aportar y que nos enseñan tantos valores. Sin duda, cuando escogí la fisioterapia como profesión no imaginé que sería así, ni las exigencias como persona que iba a suponer, pero hoy por hoy se ha convertido en una vocación y compensa con creces cualquier esfuerzo.
FUENTE: Rocío Japón Cabello, fisioterapeuta de UPACESUR Educa