Como voluntaria siempre tengo una doble visión de la entidad donde presto mi apoyo. Por un lado, inevitablemente constituye una sensación de cierto desconsuelo pensar que no formas parte de manera formal en ella una vez que te aproximas, conoces su forma de funcionar, al equipo de profesionales, las familias y por supuesto los usuarios… a su vez sientes la satisfacción de formar parte de algún modo de todo ese engranaje y quieres pensar que tu parte es importante y que realmente significa algo.
Ante el panorama laboral desolador que se nos presenta a los jóvenes en formación hoy en día solo nos queda dos salidas según mi punto de vista: arrojar la toalla y desencantarte y desanimarte por todo o luchar por prepararte para lo que está por venir, formarte como profesional y recoger experiencias propias y ajenas y no perder la fe en que las cosas pueden hacerse mejor y en que tú quieres formar parte de eso.
Esa es mi motivación para acercarme a colectivos y conocerlos y exponerme a ellos con mis dudas y mi inexperiencia pero con mi ilusión y mis ganas de aprender también.
Una vez que formas parte de ese grupo, esa experiencia se te queda pegada a tu vida para siempre y forma otra capa más que te ayuda a construirte como futuro profesional y sobre todo como persona. Es llenar las alforjas para el largo camino que quede por recorrer.