Todo comienza un 24 de julio de 1981 en Jerez de la Frontera, ese día mi madre Juana ingresa para dar a luz a su quinta hija, una niña que viene en perfecta condiciones, aunque con el problema de que viene de nalgas. Cuando la ve el médico, por llamarlo de alguna manera, decide ponerle una inyección en el gotero que le calma las contracciones, y así pasan las horas… Mientras tanto Francisco mi padre, y mi demás familiares, siguen en la sala de espera sin saber nada. Hasta el siguiente día, cuando pasa el siguiente ginecólogo y la reconoce y se da cuenta de que algo no va bien. A partir de ese momento me cuenta mi madre que todo fueron prisa aunque ya el daño estaba presente en mi vida, ya que el tiempo de espera me había provocado una anoxia celebrar. Nada más nacer me llevaron en la uci neonatal, con crisis epiléptica continua, y sin saber cuál iba ser mi destino ya que ni él mismo Doctor sabía que consecuencia iba a tener ese daño cerebral. Tanto es así que el médico le dijo a mi madre, que le pidiera a dios que me recogiera porque si no podría quedarme «tonta o loca “estás fueron en sus palabras. Cuál sería el miedo que le entro a mi madre, que la pobre no quería ni bajar a verme porque tenía miedo de que me muriera, ya que mi estado era muy grave, solo me daban 24 horas de vida.
Pero ahí estuvo mi padre y mi familia, aunque la que cogió las rienda en ese y otros momentos de mi vida fue mi hermana mayor Loli que para mí ha sido como una segunda madre, que iba a verme y que se plantó en la habitación donde estaba mi madre y la convenció de que fuera a verme, y desde ese momento cuenta mi madre que no se separó de mí.
En la Uci neonatal, estuve 18 días, con el ansia de mi padres y hermanos de llevarme a casa, cuando llego ese día tan ansiado, mi casa fue una fiesta todos me esperaba.
Y ese día fue el principio de la lucha constante y diaria de mis padres.
Las visitas a los especialista en el hospital, la rehabilitación en San Juan Grande, A la cual íbamos en ambulancia desde una pedanía de Jerez con que conllevaba perder toda la mañana en el trayecto y dejando en casa cuatro niños toda una lucha. Hasta que llegó el día que el fisioterapeuta llamo a mi madre para que entrase, y cuál fue su sorpresa que me vio dando mis primeros pasitos a los tres añitos, primera meta conseguida.
Aunque ahí por desgracia no quedaba todo, volvió aparecer las crisis epiléptica, y con ello vuelve los ingresos hospitalarios, las visitas al neurólogo, las pruebas de fármacos, hasta encontrar el adecuado que apareció, aunque tardó nueve año.
Mientras tanto yo hacía una vida normal de una niña de mi edad, A los cuatro años comencé el colegio, como cualquier niño de esa edad. He tenido una infancia feliz, una adolescencia normal exceptuando algunos malos episodios en el instituto, cuando lo termine, empecé hacer cursos en U.PA.CE.-SUR, hasta que en el 2001 llego tan ansiado contrato, aun me parece mentira que lleve 15 años trabajando. El trabajo me ha dado de independencia, también autonomía e integración. Pero lo que más valoro es que al trabajar aquí, es que me ha hecho ver que hay personas con una mayor discapacidad que yo, y eso hecho cambiar mi forma de pensar, porque antes yo pensaba que lo mío era lo peor y me dado cuenta que soy una privilegiada.
Cuando pensaba que ya era todo lo feliz que podría ser, la vida me tenía guardada una grata sorpresa. Conocí a los de hoy es mi marido, y entonces conoce el significado de la palabra felicidad.
Yo conocí la felicidad y mis padres la tranquilidad de verme acompañada, como mis hermanos, ya que ellos han sido para mí y será un ejemplo a seguir.
Esta es mi historia, que gracias a mis padres, hermanos y todos mis familiares, han hecho posible que hoy la pueda contar.
Y gracias a ti Jesús, porque lo difícil del día a día, me lo hace fácil.
Solo quiero decir una última cosa, que toda lucha tiene su recompensa.
Rocío Padilla Diosdadon saludo